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miércoles, 3 de septiembre de 2025

Silvestre, ¿qué dice google de tí?

Llevo un tiempo con un runrún.

Tras el último concierto de hace unos 20 días en Sigüenza (al que había aludido ya en estas entradas del blog, sobre la biografía que me pidieron para el programa de mano, y sobre una reseña del concierto) me vienen a la cabeza algunos pensamientos no siempre esperanzadores, y no tanto por las sensaciones y los resultados musicales del concierto, si no por el impacto que se genera después.

No es nada grave. No es nada que trastoque mundos, ni que me afecte profundamente, pero sí que da una idea de qué relación tenemos con la realidad. 

Me he sentado al ordenador para hacer otro no-recorte de un anuncio de "Vna pequeñica centella", el disco de Fuenllana en el que toqué la vihuela en una no-revista (página web de una revista que tiene su edición digital y en papel).

Me doy cuenta de que ni siquiera el título del disco existe: ... el objeto físico sí, quedan unos 80 ejemplares en mi casa y espero que los otros 420 que andan por ahí vendidos o regalados no se hayan evaporado... pero la versión de la grabación distribuida digitalmente (el no-disco), tiene un no-título para que la gente que no busca "Vna pequeñica centella", tropiece en internet con un disco de música de Miguel de Fuenllana que contiene el 60% de su música original.

... el dinero que le transferí a La Mà de Guido para pagar la impresión del disco, supongo que también existirá... quizá sea no-dinero... pero ha entretenido mi tiempo trabajando para conseguirlo.

O quizá mi no-tiempo... no quiero seguir por ahí.

No esperaba nada de ese concierto. Ni siquiera sé si me apetece o me compensa cobrarlo. Soy un profesor puntualmente remunerado. No me quejo. 

Pero el caso es que, como he hecho antes en el pasado, he buscado "Silvestre Peña Ortega" hace unos días después del concierto. Y esto es lo que sale:


Me parece una bobada más... una información superficial de quien tiene que tener una respuesta para todo. Alguien debería encontrar algún parentesco entre la IA y esos tertulianos de debate (de "water") que saben de todo en directo en televisión... no-informativos por derecho propio, no por su carácter de no-cosas.

Hace años ya que no hago publico nada: me bloquearon en Facebook tras dos años de inactividad y no he vuelto a caer en nada más... bueno... sigo grabando algún vídeo... y últimamente vuelvo a publicar aquí en blogger... pero eso es de gente "antigua", ¿no?... esto y nada es lo mismo... es un estar no-estando... y además el blog me venía de mucho antes de tener un perfil en otras redes sociales.

El caso es que durante mucho tiempo había conseguido que alguien que buscase algo sobre Silvestre Peña Ortega obtuviera sólo información fragmentaria e incompleta. Claro: siempre a base de no ponerle mi nombre a nada en internet... usando nombres de usuario que no me identificasen y dejando vídeos o textos "sin firmar".

La publicación de "Vna pequeñica centella" además había conseguido que todos los resultados de la busqueda de mi nombre fueran prácticamente el único resultado y que todo fuese aún más enigmático. Se había sepultado cualquier otra respuesta:



Pero ahora llega la soberana estupidez redactada por la IA copiándole la gracia a un amigo que conocí en el concierto. Un señor encantador, muy agradecido con el concierto, que disfrutó mucho con la música... pero que quiso hacer una reseña un tanto extraña... rompedora... quizá inspirada en mi intento de ruptura con el canon del ritual novecentesco de concierto... ese con el que intentamos ponernos a la altura a la que hemos elevado a Franz Liszt. En fín.

Una única fuente dice que el concierto de Silvestre Peña Ortega fue más una lección musical y que no interpreté si no que puse ejemplos musicales, y así se lo come la persona incauta de turno.

Debería encantarme la parábola... mi biografía con los mismos endebles andamios de la del ciego vihuelista de Navalcarnero.

Bueno

Qué coño... que sí toqué... Silvestre Peña Ortega tocó cuarenta minutos de música... bien tocados y sonando bien... y consiguió ofrecer un contexto para su reconstrucción de un producto cultural propio de hace 500 años, sin que nadie se aburriera de oír 20 minutos de polifonía puramente instrumental en la vihuela, le resultase al público esta manifestación lo ajeno o anacrónico que le pudiera resultar de partida. Obviamente sólo puedo suponer la experiencia previa del público. Objetivo cumplido... la no-realidad que diga lo que quiera.

Pero... aún hay más.

La no-realidad tiene sus vías para usurpar la vivencia... la vida transcurrida, lo que debería ser el pasado... el recuerdo. Ahora un concierto (lo que en él ocurriera) no es la impresión que dejó en nuestro recuerdo, la buena o mala sensación. Sacamos el teléfono móvil (que obviamente no podrá recrear el concierto en sí, con sus productos, sus registros de audio o vídeo) y dejamos que nos recuerde cómo fue. Nos quedamos con unos no-recuerdos mediados por las bonanzas o malicias de la tecnología que hayamos podido adquirir. Adquirir, por un precio (no lo olvidemos) que no reflejará nunca el coste ambiental y social de su fabricación.

Dejamos que un aparato cuya fabricación y funcionamiento es un atentado ecológico, atente a su vez contra la base de nuestra identidad: nuestros recuerdos... nuestra memoria (José María Ruíz Vargas hace poesía con esta temática de identidad y memoria). Los sustituimos por lo que grabamos.

Ahora tenemos no-recuerdos. No-recuerdos que ni siquiera son personales e individuales. La gente puede acceder a nuestros no-recuerdos y forjar una idea a partir de una no-realidad que NO han vivido (y esta vez, el NO, con pleno derecho).

La gente puede saber como no-fue el concierto porque alguien grabó un trozo. Y ese trozo aparece también en la búsqueda en Google:


Mi amigo David, que no estaba en su mejor forma física, y que además tiene una saludable visión crítica (y que la conserve siempre), me decía el día del concierto que había demasiados elementos distrayendo en el escenario.

Al final eran los elementos necesarios para contraatacar en la fabricación de la realidad. Si va a circular un vídeo con mi nombre... al menos que se escuche bien, ¿no?. El 12 de agosto de 2025 me arrepentía de tener que hacer de "pipa" y montar tanto tinglado de cables, micrófonos y cámara para un concierto en el que además tengo que tocar (instrumentos no amplificados). Pero ya los días posteriores me alegraba de que no hubiese sólo una versión de esa no-realidad. De que hubiera una no-realidad en la que se oyese y se viese la cosa con un poco más de sex-appeal musical.

Ahí queda el ejemplo:



Grabar los conciertos uno mismo se va a convertir en una medida de higiene y salud pública.

En fín. Extraño ejercicio de defensa de la propia imagen contrastando con tanta pretensión de que me importa bien poco si no estoy o no-estoy. 

Me queda todavía hacer el recorte del banner del CD en la web de la revista Melómano. Tiempo consumido. Tiempo pasado tecleando. No-tiempo.

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