sábado, 27 de octubre de 2012

Workingman's dead

I almost cut my hair
It was just the other day
It was gettin' kinda long
I could-a said, it was in my way
But I didn't and I wonder why
I want to let my freak flag fly
And I feel like I owe it to someone

Fragmento de la letra de
"Almost cut my hair",
de David Crosby



Tal y como me parecía que haría ya hace unos días, he acabado decidiéndome...

Éste es más o menos el texto de lo que ha acabado siendo mi carta de renuncia en una academia miserable.

Se la he hecho llegar a la madrina de mi alumno (a la que paga las clases, en lugar de a mi jefa, claudicante a conveniencia), y lo publico aún indignado... los nombres de los protagonistas han sido modificados, por guardar las formas... aunque todo el proceso es kafkiano, creo que puede dar ideas, o cierta perspectiva, a cualquier compañero en mi situación... también puede ser un reflejo de mi forma de interpretar las cosas...


Las Zorreras, á 21 de octubre de 2012

Muy señora mía,

El motivo del presente escrito es comunicarle que no voy a impartir más clases en la academia Bensilón.

Sé que en principio debiera comunicar este hecho a la responsable de la academia, pero en vista de cómo ha manejado ciertos asuntos que atañen a mi trabajo en su negocio, prefiero actuar en consecuencia y aprovechar las ventajas de saltarme la etiqueta, y a los intermediarios, dirigiéndome así directamente a Vd..

Albergo además la esperanza de que sepa comprenderme mejor que mi interlocutora legítima.

El sábado en que Julián reciba este sobre cerrado para entregárselo a Vd. habrá sido, por decisión propia, el último que dedique a trabajar en las condiciones en que he venido haciéndolo hasta ahora, a saber: sin un contrato, y en ausencia de éste, también sin acuerdo satisfactorio entre las partes en relación con los derechos que creo que debería tener a caer enfermo, o al descanso en los términos en que todavía se estilan en cualquier trabajo normal, academias de música incluidas.

No quiero aburrir con pormenores o ejemplos de sacrificio que hayan podido tener lugar en los dos cursos anteriores, para poder cumplir con las cuatro clases al mes que acordé tácitamente, quizá por haber evitado u omitido anteriormente el tipo de negociaciones que he intentado llevar a buen termino con Ignara, mi jefa, al comienzo de este curso 2012-2013.
El pasado día 20 de octubre al acabar nuestra clase, y con mi alumno todavía presente se produjo una reunión con Vd., y con mi jefa, en la que personalmente me sentí bastante incomodo, coaccionado, y sin otra opción que aceptar las condiciones que se me explicaban.

En unas enseñanzas como las que parecían desarrollarse en la academia Bensilón, consideraría que el cauce adecuado para rendir cuentas de mi trabajo y de las circunstancias en que éste tenga lugar con la persona que me periódicamente me paga por mis servicios, persona que aparte de impartir sus propias clases y cobrar por ello, se encarga del gestión de las clases de los profesores que tiene contratados o a su cargo, y que utilizan, para impartir sus clases, las instalaciones de la academia.

Esta persona debería encargarse de la gestión de la academia, asumiendo entre otras cosas los costes del mantenimiento de las instalaciones, y de los problemas que puedan surgir del normal funcionamiento de la misma, entre los que creo se encuentran las condiciones laborales del personal que allí trabaja, y también los problemas que puedan surgir en la relación de la academia y sus alumnos.

 Esa gestión, esos costes, y la solución apropiada a dichos problemas son la única razón para que esta persona, independientemente de que lo haga o no, pueda cobrar al alumno una tarifa determinada, sin cometer una inmoralidad, y después pagar al profesor que presta el servicio siguiendo otra tarifa, que por lo general es menor que la primera.

Creo que no me equivocaría demasiado si llamase “plusvalía” a esa diferencia entre ambos precios.

Bien. Hasta ahora no hay ninguna pega, salvando esas minucias legales de aprovecharse de las plusvalías del trabajo ajeno sin contribuir al erario público, ¿no?.

Sin embargo, como dije un poco más arriba, en la reunión del pasado sábado, la persona que ostentaba la dirección del centro en el que yo solía trabajar, después de dilatar durante semanas una decisión que afectaba directamente a mis condiciones laborales, o bien delegó sus competencias de negociación en sus clientes, o bien invitó a sus clientes a asistir a la negociación.

Cualquiera de las dos opciones funciona como una herramienta de presión hacia un servidor: desde mi posición de subordinado dentro de un negocio privado no puedo decidir libremente, y me veo obligado a no enfrentarme con los clientes, más aún cuando sé que no cuento con el acuerdo ni el respaldo de mi jefa, y cuando es ella misma la que deriva el peso de los problemas entre academia y cliente, y de los problemas entre jefe y empleado, quitándose de en medio.

En consecuencia, la salida que tomé en ese momento, sorprendido una vez más con esta estrategia, fue la que todos conocemos. Antes de profundizar en los criterios por los que esa solución me parece inaceptable, permítame que advierta que esta situación embarazosa en la que tuvimos el azar de reunirnos, tiene un precedente que arroja cierta luz bajo la cual las situaciones más recientes cobran aún más sentido.

El pasado 23 de junio, mi jefa decidió romper su costumbre de llamarme aparte para pagarme el mes de trabajo: siempre lo hace sin estar el alumno presente, pero aquella vez aprovechó el pago, tras la clase, para realizar una pregunta cuya respuesta ya conocía, y delante de mi alumno.

Para mí son dos gestos poco corrientes en el funcionamiento de los negocios que conozco, academias musicales incluidas. La pregunta de mi jefa era si un servidor iba a impartir la clase el 30 de junio, ya que el mes no había acabado. 

Esto dicho delante del alumno que acaba de ver como pagan el mes a su profesor es algo bastante violento. Mi respuesta (que mi jefa ya conocía porque habíamos hablado de este tema dos veces en sendas llamadas telefónicas en los 10 días previos al evento) fue que no, que no iba a impartir esa última clase, porque ya había dado 4 clases ese mes (que era lo que parecía que había que hacer), y porque con las 5 clases del mes de Marzo y a costa de ir a trabajar el 24 de diciembre, el 7 de enero y también durante las vacaciones de Semana Santa.

Quizá sea un exceso de susceptibilidad por mi parte, pero no entiendo la justificación de este tipo de escenas, ni me parecen formas, a no ser que lo que se intente sea degradar a un subordinado.

En vista de los equívocos que generaba todo este asunto de las 4 clases que completan el mes o de cuándo se considera un mes completo, y dado el malestar que generaba en mi humilde persona el asunto de las fiestas o no fiestas, decidí aclarar mis condiciones laborales al inicio del presente curso.

Como espero que haya quedado claro después de un número sorprendente de vueltas al asunto, papeles, conversaciones y reuniones, lo que le comuniqué a mi jefa desde un primer momento, en octubre, era que iba a faltar una serie de sábados. Que no quería cobrar las clases que no impartiese, pero que iba a respetar una parte de lo que podrían considerarse los sábados no lectivos (el sábado es no lectivo por definición pero, disculpe que no abunde en la definición de estos días festivos y me remita al calendario laboral aprobado por el gobierno la Comunidad de Madrid para este año, que le adjunto con esta carta), dejando las clases sin dar y sin cobrar (al menos por mi parte).

Si no fuera porque el derecho al descanso, recogido en el artículo 24 de la declaración de derechos humanos, y respetado en otros ámbitos laborales, cuenta con la peculiaridad de ser un descanso remunerado, podríamos llamar a esta exigencia mía (al parecer descabellada) “derecho al descanso”. 

Últimamente, en coherencia con todo lo que ya he dicho, prefiero la denominación más apropiada de “derecho a no trabajar”.

Llegados a este punto, me parece que ya se cuentan con datos suficientes para entender mi renuncia a asumir el compromiso que se me ofreció durante la reunión del 20 de octubre.

Volviendo sobre lo que escribía, ya podemos “profundizar en los criterios por los que esa salida me parece inaceptable”. Entienda Vd. que si un servidor tiene que recuperar las clases que ha decidido no impartir en un día festivo o no lectivo, en ese caso no tiene derecho a no impartir esas clases, y por tanto no tiene derecho a descansar días festivos o no lectivos.

Por otro lado, pero dentro del mismo razonamiento, si uno no tiene derecho a renunciar a trabajo y remuneración, para equiparar sus condiciones laborales a las del resto de trabajadores que si tienen derecho al descanso remunerado, entonces sólo un ligero matiz separa su miseria laboral de las propias de la mano de obra esclava.

Espero que mi renuncia no perjudique el aprendizaje de Julián de la guitarra, y espero que encuentre la forma de seguir disfrutando del instrumento sin mi ayuda. Si algo me molesta especialmente es no tener forma elegante de tratar con él, de una manera sincera e inteligible, los motivos de mi marcha.

Para terminar, espero que no le suponga a Vd. demasiada molestia devolverle a Ignara la llave que me prestó, a principio de curso, del local de la academia, y que debería encontrarse dentro del sobre de esta misma carta.

Creo que eso nos permitirá a Ignara y a mí mismo ahorrarnos encuentros que me temo que, lejos de permitirnos acercar posturas, solamente van a servir para aumentar el malestar y empeorar la situación general.
Disculpe tanta palabrería, y reciba un cordial saludo,


firmado: Mr. Brown

2 comentarios:

  1. Lo único q se me ocurre aportar es solidarizarme con tu inmerecida situación laboral.
    Y que entiendo que para ti es necesario escribir esto, cada uno que aguante su conciencia.

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  2. Gracias, tío...

    Bueno...

    Sin haber entrado a explicar los motivos de mi marcha a mi alumno para evitar así hablarle mal de mi jefa, ésta que tomé es la solución menos mala...

    Pero me quedo con la sensación de que los vencedores escribirán su propia historia... como siempre...

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