Hola, jóvenes,
Esta mañana mientras conducía al trabajo me acordaba de los medianos apuros que pasé de nuevo ayer intentando explicar (o intentando no tener que explicar) algunos conceptos relacionados con los de tonalidad, tónica, y modo.
Es un tema recurrente, y con algunos alumnos con inquietudes, también irremediable.
Quizá la situación que planteo aquí sea impensable para un profesor (y más si es de instrumento: un profesor de guitarra, no uno de lenguaje musical) que ejerza en un centro en el que las enseñanzas conduzcan a una titulación oficial; o en el que haya diversas asignaturas encargadas de diversos aspectos de la enseñanza de la Música, dentro del plan de estudios que tiene que cursar todo alumno; o en el que la materia se centre en torno a un repertorio escrito... quizá en esos contextos preguntar por el inexistente traje del emperador pudiera ser motivo de escarnio.
Quizá la situación que planteo aquí sea impensable para un profesor (y más si es de instrumento: un profesor de guitarra, no uno de lenguaje musical) que ejerza en un centro en el que las enseñanzas conduzcan a una titulación oficial; o en el que haya diversas asignaturas encargadas de diversos aspectos de la enseñanza de la Música, dentro del plan de estudios que tiene que cursar todo alumno; o en el que la materia se centre en torno a un repertorio escrito... quizá en esos contextos preguntar por el inexistente traje del emperador pudiera ser motivo de escarnio.
Pero el caso es que me encuentro con estas situaciones muy a menudo, sobre todo dando clase a adultos.
Hay días que los símiles (como las frecuentes metáforas ecológicas en las que hablo de la tonalidad como de una especie de ecosistema; o las astronómicas, en las que sería un sistema solar) me sacan del apuro, pero hay veces que la mezcolanza de ideas previas de mi alumnado entre lo que es un acorde, lo que es un ritmo, lo que es una melodía, lo que es una escala, y cómo se coordina todo eso, me sumerge en batallas en las que no se acierta a ver salida fácil.
Voy a intentar retomar por unos instantes aquella dinámica con la que iniciaba las publicaciones de este blog, allá por marzo o abril de este año: tratando las cuestiones más básicas relacionadas con nuestro instrumento; retomar aquella iniciativa de escribir para lectores que se encuentren por debajo del punto de congelación, pero ahora en términos de teoría musical.
Si no soluciono algunas de las dudas de mis alumnos y de otros eventuales lectores, habré trabajado otro poco por ganarme el cielo de los músicos... trabajo de trinchera para situar el manejo y el conocimiento del lenguaje sonoro al nivel del resto de los lenguajes que el mortal medio sí que es capaz de manejar y de comprender medianamente (léanse representaciones gráficas, lenguaje hablado, narraciones en vídeo, expresión gestual... o lo que sea...)
¿No he hablado ya antes de mi impresión de que nuestra cultura [occidental] ha perdido bastante capacidad de manejar su bagaje musical y su expresión mediante sonidos no hablados?... no sé, pero a eso me estoy refiriendo, de pasada, en el párrafo anterior...
En próximos mensajes intentaré de forma un poco práctica (avasallando lo mínimo imprescindible con términos propios de teoría musical) que la idea de tonalidad no nos parezca tan ajena y tan lejana como la idea de raga...
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