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viernes, 6 de julio de 2012

Sucedáneo de manifiesto

Peligro: arenga...

Un sucedaneo de manifiesto, especialmente dirigido a mis posibles socios...

He insertado alguna imagen, sobre todo para ayudar a guiar el ojo a través de la lectura... ya sabéis el viejo dicho: "Pero cómo me voy a leer ese libro, si es todo letra, sin dibujos ni nada"

No voy a intentar desarrollar un texto que explique sistemáticamente mis principios, mis creencias y mis motivaciones (ni tampoco sus orígenes). Dar forma completa a ese conjunto de conceptos, prejuicios e intuiciones que creo estar utilizando mientras me pongo a la tarea de redactar los documentos que le den forma legal de nuestra incipiente asociación no es una de las tareas necesarias en este momento. No tengo todo el tiempo del que me gustaría disponer, y creo que además, esas son cosas para disfrutar conversando de una forma más directa, seguramente “cara a cara”.

Sólo voy a intentar dejar constancia de que detrás de la palabrería, y detrás de la figura legal, es decir, detrás de los estatutos y detrás de la asociación cultural X, hay una serie de necesidades, de ganas, de intenciones, que espero que puedan plasmarse en nuestra actividad como asociación.

Sólo voy a intentar ser sugerente. Seductor, si queréis, aunque aquellos que me conocéis podéis constatar mi total incapacidad en esa materia, como en tantas otras.

Con las historietas que me vayan surgiendo, más o menos fundadas y provistas de referencias y justificación real, trataré de incitaros a pensar y a refrescar esos pensamientos comunes que creo que nuestras experiencias en los mismos escenarios deben haber ido creando, poco a poco, en nuestra visión general de la situación de partida, es decir, del entorno en el que surge, y por el que surge la dichosa asociación.

Me parece que no será demasiado relevante cuán conscientes seamos (y sea yo mismo también) de ese poso… creo que empezar a esbozar estas líneas va a servir para que nos identifiquemos de otra forma con el discurso que pueda recogerse en los estatutos, para que detectemos faltas, aspectos sin tratar, y sobre todo para que tengamos ideas sobre qué acciones queremos llevar a cabo ahora que decidimos actuar conjuntamente, asociados.

Vamos con los “haikus”. Por ejemplo, un día, mientras leía un libro sobre energía renovable práctica [sobre cómo producir tu propia energía (un paso más allá del rasgo característico de todo buen P. Tinto)] tuve una pequeña iluminación (muy propio, ¿no?): nuestro mundo actual está organizado en torno a la relación entre un gran productor de energía (o unos pocos grandes productores) y muchísimos pequeños consumidores, a los que se les limita o inhibe su capacidad productora, su potencial creador, y en consecuencia, también su autonomía.

Imagen descargada de esta página web y extraída del
libro al que me refería: "Energía renovable práctica",
de Iñaki y Sebastián Urkia

Pero, claro, mi propuesta es que eso no ocurre sólo en el campo de la energía, sino en cualquier otro campo. La cultura puede ser mercantilizada y no ha escapado a esa lógica. Si fuera necesario, se podría charlar sobre esto… sería un placer y seguro que me ayudaríais a afinar mis ideas… pero sigo adelante sin enrollarme mucho, para poder describir brevemente otras hipótesis…

Otro pretexto para reflexionar sería la influencia de los cambios en nuestra forma de vida, en nuestras costumbres, en nuestros bienes materiales, sobre lo que somos. Eso es abstracto de narices, así que allá va un caso para ayudarme a concretar sin escribir demasiado: mi abuela se acuerda de la mitad (por dar una fracción que sirva de ejemplo, no os pongáis matemáticos) de los dichos, canciones, prácticas agrícolas, etc., etc. que conocía y manejaba con soltura mi bisabuela.

A cambio sabe leer y escribir, hacer un postre de origen italiano (el tiramisú), tiene la costumbre de coger el autobús y el metro, sabe mecanografiar y enviar correos electrónicos… ya no puede decirse que sea una habitante del campo (campesina), es totalmente una ciudadana… pero aunque no viviese en Madrid, sino en Fabero, otro buen porcentaje de su vida (y de sus conocimientos) habría cambiado en relación con los de su madre, al haberse convertido “el campo en ciudad”, incluso para aquellos que no hicieron ese camino… la ciudad, o el mercado quizá, se ha extendido al campo…

Como decía al principio, no es cosa de analizar la situación hasta sus últimas implicaciones y ponerse a comparar por escrito nuestras formas de vida con las de la infancia de nuestros abuelos, nuestros padres, o nuestros bisabuelos… porque eso nos llevaría un trabajo extraordinario que creo que no nos hace falta de momento: creo que vuestra inteligencia y vuestra intuición rellena los huecos…

Pues bien, volviendo al plano musical, para no divagar en exceso, mi parecer es que nos hemos convertido como sociedad, en este aspecto en especial, en unos consumidores excelentes: siendo un poco severos podríamos decir que no tenemos conocimiento, y por tanto tampoco criterio, para reconocer nuestra propia cultura musical.

Como en el caso de mi abuela, esta cultura musical [nuestra] ya no sería la integrada por productos culturales que podrían agruparse bajo la etiqueta de folklore. Me ha gustado especialmente lo que dice Joaquín Díaz al hilo de la definición del término folklore. Ayer encontré por casa de mis padres el libro “Palabras ocultas en la canción folklórica” (Cuadernos Taurus, año 1971) y el capítulo 1 me parece muy informativo. Un día de estos os resumo el contenido y os pego algunas citas de ese texto.

Hemos pacido tanto fuera de ese predio (nuestra forma de vivir está lo suficientemente lejos de la que estaba desarrollada en torno a todos esos conocimientos útiles para la gente de este lugar hace 70 años) que nuestra propia cultura musical está tan alejada de la música tradicional de nuestro lugar de origen o del lugar en que vivimos como podría estarlo de la música de un poblado centroafricano. O casi… permitidme la licencia.



Imagen extraída del libro
"African polyphony and polyrhythms" (1991), de Simha Arom

Aún así me parece injusto establecer que, desprovistos de nuestro conocimiento popular, de nuestro folklore musical, no tenemos nada que nos pertenezca en ese campo, y estamos a merced de las músicas que nos vendan los grandes productores.

Entonces entiendo que hay que reclamar como propio, en realidad como propio de la población de nuestras sociedades, el legado musical que se conserva como parte de la tradición escrita, que comúnmente se denomina “música clásica”, pero que está sustentado sobre las bases de lo que suele llamarse “música popular”. Esa es ahora nuestra tradición aunque su origen y su razón de ser fuera la satisfación de clases sociales distintas a aquellas a las que podríamos pertenecer ahora nosotros, o aunque estuviera destinada a otros contextos y otros usos muy distintos a los que ahora podría dársele.

Es como reclamar la propiedad del patrimonio arquitectónico o pictórico creado para satisfacer al poder religioso o al secular: en parte esas iglesias y esos castillos se han levantado a costa del trabajo o de los impuestos exigidos a la población en otras épocas; esos cuadros se han pintado para reyes a los que nos ha tocado alimentar históricamente y creo que (al menos era así hace 10 años) son parte de los bienes públicos, se gestionen como se gestionen. En el caso de las iglesias, creo que no, que no son edificios públicos (aunque gocen de exenciones fiscales inauditas). Pero insisto en la reivindicación: no es magnífico que la música no tenga una existencia física que permita a la iglesia o al estado ponerle candados y cerraduras, con derecho o sin él... una vez que tuviésemos la partitura, el panorama cambia bastante en relación con el propio del patrimonio arquitectónico...

Bueno...

La reivindiación no sería sólo de las obras "clásicas", sino también de los procedimientos, de las prácticas, de los conceptos propios del mundo “clásico” o que este mundo clásico se ha apropiado... creo que son parte de nuestra cultura... no le encuentro sentido a que las sociedades como la nuestra parezcan destacables por contar con individuos especialmente torpes en el manejo consciente de parámetros musicales que son comunes a cualquier cultura humana (pulso, frecuencias, acentos, alturas).

¿No nos quejamos a menudo de que nuestros alumnos tienen dificultades para producir un pulso regular y nos maravillamos de lo que un niño africano parece poder hacer con media docena de años?

Por otro lado, ese lenguaje musical, esa cultura o tradición clásica, son prácticamente la única herramienta que, de momento, queda más o menos libre y a disposición de la población para formarse un criterio y un gusto al margen de las imposiciones del mercado. Alguna ventaja tenía que tener su escasa aceptación en términos comparativos con la que reciben otras músicas creadas por y para la venta masiva.

Una de las causas que yo le veo a la pérdida de determinadas “músicas” es la pérdida de su función social, la pérdida de los usos que tenían, quizá por también por el cambio de costumbres al que se aludía anteriormente.

Creo que la clave para que la población recupere su capacidad musical, su capacidad para crear y disfrutar en ese medio sin desarrollar un papel pasivo y enajenado de consumidor desinformado de música, de público desinteresado y sin comprometer, podría estar en volver a hacer útiles a estas músicas… útiles para el individuo al margen de su comercialización, no útiles para la venta… y en conocer y manejar esos parámetros básicos de organización del sonido.

Imagen extraída de esta página web.
Al parecer es el dibujo de un niño de 1 año

Enseñamos a nuestros menores a colorear, a trazar figuras, a recortar, a esculpir con arcilla o con plastelina… pero el desconocimiento del manejo de cuestiones musicales básicas del que tampoco se libran los propios padres nos hace ponerles en desventaja aquí en relación con el disfrute de otras artes…

Bueno…

La charla se está extendiendo demasiado… pero como ya me propuse antes no ser exhaustivo voy a ir terminando... supongo que me dejo muchas cosas…

Entre ellas el tema de la aparición de la música grabada y su efecto sobre todos estos asuntos de los que estábamos hablando: la música grabada ha cambiado la relación de la población con la música... ahora puede oírse a discreción, y uno parece tener más libertad de elección, algo que no es posible si el conocimiento de las opciones entre las que elegir no aumenta al mismo tiempo... y si el número de opciones aumentan pero la cultura musical no se hace más profunda... en realidad estamos más perdidos que antes de que existiesen las grabaciones...

La música grabada permite crear situaciones y discursos imposibles o muy complejos de reproducir en una  interpretación en directo... y eso influye en la percepción que nuestra cultura tiene del directo...

También permite una mercantilización mayor de la música como producto cultural, permite incluso la autonomía del producto musical sobre la cultura musical que debería haberlo generado (puede crearse y venderse música al margen de la cultura de sus destinatarios, de sus consumidores, curiosamente sin que ello disminuya su rentabilidad comercial).

Imagen extraída del librito que acompaña a la edición en CD
del album "We're only in it for the money" (1968),
de Frank Zappa & The Mothers of Invention

Todo este discurso puede parecer demasiado dicotómico, pero no quiero renunciar a toda la escala intermedia de los grises.

Las grabaciones, al igual que la música escrita son tanto una maldición como una bendición… y en ocasiones la verdadera cultura, e incluso la contracultura, escapan al control y la manipulación del poder y del mercado, y encuentra vías para ser grabado y distribuido… así quiero verlo yo… también creo que hay que reivindicar la propiedad para nuestras sociedades de una parte del legado, la teoría y la práctica musical que reflejan esas grabaciones que en parte son la manifestación de un lenguaje cuyo uso podría estar más vivo, procedan de donde procedan, y que pueden interpretarse como una muestra cultural de la reacción ante algunos de los aspectos más rancios de nuestro sistema social y económico, o de su pasado inmediato... un sistema social y económico que engulle los límites geográficos

Supongo que hay mucha paja de por medio, pero no creo que se pueda renunciar a múltiples discos de rock, blues, jazz, etc. por el mero hecho de que sean extranjeros o de que hayan sido grabados y utilizados por entidades que se movían en mayor o menor medida "en el mercado"... sería difícil discutir su influencia... sus implicaciones sociales... o los paralelismos entre la función social, los conceptos teóricos y la práctica de mucha de esta música y los de la música tradicional en tiempos en que la vida era distinta... no tan industrial... 

Además, y no me ruboriza expresar mi propio gusto en esta frase, creo y espero que una parte de esta música grabada y concebida un tanto al margen de la tradición clásica, acabe siendo considerada "clásica" o "tradicional" dentro de décadas, pasando a formar parte del folklore de una población que casi lo ha perdido como otro de los costes de la industrialización. Tan clásica y valiosa como la que ahora etiquetaríamos así y que cuidamos en consecuencia, al menos sobre la letra.

Luis XIV enseñando las cachas,
retratado por Hyacinthe Rigaud

En cuanto a la utilidad del oficio de músico, hay veces que les digo a mis alumnos de guitarra que Robert de Visée, guitarrista del rey, no habría vivido como vivió si Luis XIV hubiera podido recurrir al CD para relajarse en su cuarto antes de irse a la cama… y me parece que tenemos que trabajar por recuperar nuestra función… generar situaciones en las que nuestro conocimiento y nuestro saber hacer sean necesarios…

Y tener la certeza de que no estamos solos, pisándonos el cuello unos a otros, es una gran ayuda para hacernos más visibles, más necesarios, y más valorados…

Perdonad mi divagar y mi falta de estructura…

Espero no haber resultado excesivamente pesado… o sectario… no haber caído en el fácil ejercicio de predicar, en la consigna vacía… y sobre todo, que la lectura nos ponga en marcha…

En breve os presentaré mi propuesta de estatutos para nuestra asociación cultural. 

Salud

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