lunes, 17 de junio de 2024

Las Sagradas Escrituras

Sigo compartiendo lecturas del "The End of Early Music" de Bruce Haynes. 

Las entradas anteriores relacionadas con este libro son:

PREFACIO

INTRODUCCIÓN - Alfabetización

INTRODUCCIÓN - La Revolución Romántica

Hoy un artículo que lleva el título de: 

La tradición canónica y el clasicismo

Durante siglos los ideales y estándares de calidad de la Literatura, la Arquitectura, y las Artes Gráficas se han establecido a través de ejemplos cuyo origen es la Antigüedad Clásica. Los artistas y escritores han hecho todo lo posible por emular estos modelos clásicos. Pero en música no han sobrevivido tales ejemplos; se ha encontrado poca evidencia de la naturaleza de la música de la Roma y de la Grecia antiguas. Los románticos decidieron crear su propio modelo clásico, partiendo del exquisito engreimiento de que la Música era un medio "autónomo", "absoluto". La música podía al fin elevarse desde la artesanía al Arte; podía convertirse en "Clásica". Los compositores se convirtieron en héroes, promovidos a la categoría de genios. Se erigieron panteones musicales, y las fábricas de yeso se afanaron en crear bustos de compositores, en los que, como ocurre con muchos de los correspondientes a antiguos emperadores romanos, el parecido real con los verdaderos compositores, es mera coincidencia.

Empezó a construirse un canon de obras clásicas, con la sinfonías de Beethoven como base. Esta forma de pensar, llamada tradición canónica ("canonism" es el termino en inglés sin equivalencia directa en castellano), fue la piedra angular del movimiento romántico desde sus comienzos, y representa un giro fundamental en la cultura musical Occidental. Una expresión de la actitud canónica en la actualidad es la supervivencia de muchas instituciones musicales fundadas en el siglo XIX: editoriales, revistas, orquestas, teatros de ópera, y conservatorios. La tradición canónica está simbolizada en las salas de conciertos del siglo XIX, con los nombres de los grandes compositores inmortalizados en los frisos alrededor de sus muros.

El canon clásico es el repertorio del siglo XIX que todos conocemos, una música innegablemente bella a la que los músicos del presente todavía dedican sus talentos. En este contexto, la obra de un compositor pasa a ser vista casi como parte de las Sagradas Escrituras. El "paradigma de una Música consistente en obras escritas por los grandes del pasado, transmitida por escrito, apoyada en programas escritos y aceptada por la generación presente a través de su promulgación por intérpretes no-innovadores, describe bastante bien el escena musical clásica de hoy en día. Y la tradición clásica es selectiva; la admisión a este dominio divino de grandes compositores ha sido virtualmente imposible desde aproximadamente la Primera Guerra Mundial.

A pesar de la continua y ubicua autoridad de la tradición canónica, la mayor parte de los músicos actuales son vagamente conscientes de ella como concepto. Aun así está tan extendida y es tan cotidiana que no sólo da forma al núcleo del repertorio para las audiciones de orquesta, sino que cualquier buen joven instrumentista sabe cómo se espera que cada pieza sea interpretada, hasta el mismo detalle de los arcos, indicaciones dinámicas, y respiraciones.

La ideología canónica lleva a un número de colorarios que constituyen las asunciones básicas de los músicos de orientación clásica. Incluyen:

  • gran respeto a los compositores, representado por el culto al genio y a la originalidad,
  • admiración de los textos musicales como casi sagrados, 
  • obsesión con las intenciones originales del compositor,
  • la práctica de la escucha de la música como un ritual,
  • la costumbre de audiciones repetidas de un limitado número de obras.

La tradición canónica es estrictamente un fenómeno clásico. El Jazz no se preocupa por las por las intenciones del compositor, el Rock no le da especial importancia a quién compone una pieza, la música Pop no se aferra a un repertorio prescrito e inamovible. Tampoco estas cosas eran una preocupación de nuestros ancestros antes del comienzo del siglo XIX. Los compositores barrocos no eran artistas, después de todo punto eran inteligentes artesanos como los actuales constructores o los jinetes de carreras, más interesados en la noción de competencia que en la de grandeza. Tampoco tenían ninguna importancia las partituras en las que se escribían sus composiciones (o más comúnmente, sus particellas), más allá de facilitar su verdadera labor, que era dar conciertos. En cualquier caso, las páginas con notación musical eran incompletas y bastante inútiles sin los músicos que sabían como convertirlas en música.

Los músicos modernos de interpretación históricamente informada (HIP) están también bajo el hechizo canónico. Normalmente tienen formación clásica, y a veces confunden ellos mismos la fidelidad a un estilo con la fidelidad a determinados héroes-compositores. Contra su propia lógica, a veces tratan las partituras como objetos intocables (es decir inalterables). Tienden a ignorar el 90% de los repertorios históricos de sus instrumentos, que se encuentran cogiendo polvo en los estantes de las bibliotecas, mientras que escuchan e interpretan una y otra vez las mismas obras (como los Mesías y los oratorios de Navidad) con mucha más frecuencia de aquella con la que se pretendía que se escuchasen. Sin reflexionar, tienden también a asimilar la interpretación de época (Period performance) con la música "clásica" (como se deduce de su adopción de la vestimenta victoriana de traje y vestido, uniformes - de época, de hecho - de los músicos sinfónicos románticos y modernistas), e interpretan en entornos o escenarios anacrónicos (auditorios y salas de concierto construidas ex profeso llenas de respetuosas audiencias silenciosas). Todas estas son creaciones de la tradición canónica;ninguna de ellas ha sido considerada necesaria antes de la modernidad. 

Eso es todo por hoy. La siguiente lectura aparecera AQUÍ una vez que haya transcurrido una semana desde la publicación de ésta que acabas de leer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario